domingo, 12 de agosto de 2012

martes, 7 de agosto de 2012

I love crisis


¿Qué puede tener de bueno una crisis que mantiene en el paro a cinco millones de ciudadanos, acobardados a los que continúan empleados (cada vez más subempleados) y con el agua al cuello a muchos autónomos y empresarios honrados? Poco, la verdad. Salvo para los especuladores con cash y los gurús de la autoayuda versión patria que han hecho de ella su modo de vida.

La crisis como oportunidad es una apuesta a muy largo plazo en las actuales circunstancias, cuando en  el horizonte solo se atisba un abismo en el que continuar profundizando.

Pero, aún así, tiene sus ventajas. Pocas, pero las tiene. Y una de las más llamativas es el interés que han tomado las compañías por el cliente. En tiempos de bonanza, el cliente ha sido para la mayoría de las empresas, torpes empresas, simple carne de cañón. A día de hoy, los servicios de atención al cliente son  un elemento clave en la gestión de la empresa. Porque perder clientes es un riesgo que no se puede correr cuando la tasa de reposición es tan peligrosamente baja.

Obviamente, las redes sociales y la exposición en canal ante la opinión pública que sufren las empresas por este motivo tienen una importancia fundamental en la nueva percepción del cliente. Pero, pese a la gran evolución del mundo 2.0, el consumidor medio no es todavía el ser cibernético al que sin duda evolucionará.

Pero ya sea en su versión 2.0 como en su versión tradicional, el consumidor sale ganando de estas difíciles circunstancias. No sólo porque los márgenes descienden de la abusiva estratosfera y los precios finales se reducen, sino también porque los dependientes y el resto de los actores de primera fila en el sector servicios están aprendiendo a marchas forzadas el noble arte de servir al cliente.

¿Cuántos de los problemas anteriormente irresolubles con determinadas compañías, sobre todo las que provienen de anteriores situaciones de monopolio, encuentran ahora una respuesta adecuada al otro lado del servicio de atención al cliente?

Yo tengo una auténtica colección de anécdotas propias y ajenas. Seguro que vosotros también. ¿Os parece una buena idea que las compartamos?




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